Incluso cosas simples como poner plantas en una oficina, tener vistas a un paisaje natural o hasta mirar imágenes naturales en la pantalla del ordenador pueden tener un impacto positivo en nuestro bienestar. Hay numerosos estudios que destacan la importancia de pasar tiempo en la naturaleza con regularidad tanto para los niños como para los adultos y que advierten sobre las consecuencias de estar desconectados del mundo natural. Así que si mirar un paisaje natural en la pantalla ya aporta efectos beneficiosos para nuestro bienestar, imagina lo que las rutinas de conexión profunda con la naturaleza pueden hacer.
Nuestros ancestros vivían en una relación cercana con el mundo natural que les rodeaba y, de la misma forma que lo hacen todavía algunas culturas indígenas actualmente, desarrollaron un conocimiento íntimo del lugar, sobre cómo sobrevivir y medrar en una región específica y cómo reconocer los patrones y ritmos de la naturaleza. Esto les daba un sentido profundo de pertenencia y un entendimiento del papel y lugar de cada persona dentro del vasto entramado de la vida.
Despertar nuestra percepción sensorial y practicar mindfulness en la naturaleza puede ayudarnos a re-aprender las capacidades de observación meditativa y escucha profunda e incondicional, dándonos una sensación de enraizamiento y paz interior, un acceso mayor a nuestros instintos e intuición y con ello, una mayor creatividad y la habilidad de fluir con la vida y adaptarnos más fácilmente al mundo siempre cambiante que nos rodea.